El secuestro del Dr. Simplicio Hernández, eminente médico deltano, ex gobernador, ex parlamentario, avezado productor agropecuario, político de larga trayectoria, mano tendida al pobre necesitado, hombre de reconocida solvencia ética y moral en el Delta, nos debe llamar a la reflexión a todos los ciudadanos de este Delta.
Los deltanos ya no caminamos por las mismas calles, avenidas y esquinas; ya no es lo mismo vivir en Delfín Mendoza, Deltaven, El Cafetal, La Fundación o cualquiera barriada del Delta, en todas estos lugares los deltanos hemos perdido la tranquilidad que otrora gozábamos y nos enorgullecíamos.
Hoy, la delincuencia, el tráfico de droga, el hurto, los atracos, la impunidad y la corrupción en todos los niveles de la sociedad nos pasan la factura debido a que no hemos sabido enfrentar los problemas de seguridad con la debida experticia y con las herramientas necesarias, que permita que los deltanos vivamos en un Delta de trabajo, de lucha, de tristezas pero también de alegría, según nuestras propias circunstancias cotidianas.
El secuestro de personas es un delito que nos envuelve desde que el gobierno nacional dejó de ver la seguridad como un problema de interés público, al punto que el señor Presidente, prácticamente no lo menciona en sus largas cadenas, y en las regiones los gobernantes, nos citan la "corresponsabilidad" para endilgarle a la sociedad la parte que le toca en las causas del incremento de los delitos y los delincuentes y lavarse las manos de la enorme responsabilidad que tienen los gobernantes en este tema.
Los deltanos hace unos meses hicimos una marcha para protestar por la ola de inseguridad, y la actitud de la ciudadana gobernadora no estuvo acorde con las aspiraciones de los marchistas y de la sociedad en general, recuerdo que ordenó que ningún representante de la Mesa de la Unidad entrara a la reunión donde los organizadores entregarían un pliego de peticiones y sugerencias para paliar el tema del delito que tiene al pueblo deltano contra la pared. No dejaron subir al Dr. Arévalo Salazar y nos quedamos en las afuera de la Gobernación, por orden de la hoy víctima de la delincuencia, ciudadana Lizeta Hernández, a quien, lejos de la lucha política feroz que ella practica hacia nosotros y nuestra posición de combatirla en el terreno de la política, le deseamos que su padre, el Dr. Simplicio Hernández, salga incólume de esta situación y clamamos a los secuestradores que le respeten su condición de anciano de 84 años, hombre admirado por todos nosotros, y la sociedad deltana pendiente en todos los hogares, y al mismo tiempo, pidiendo a Dios por la vida y la salud de "picho", como popularmente lo conocemos.
La conclusión que llegamos en este editorial, es que la delincuencia no conoce nombres, condición social, profesional, etc, todos estamos expuestos a hechos de violencia en las callles de Tucupita, el mero hecho de que los delincuentes hayan llegado al epicentro del poder en el Delta, es una evidencia de los padecimientos de los deltanos de a pie, que debemos usar transporte público, que no tenemos medidas de seguridad especiales en nuestras residencias, que estamos a merced de los delincuentes, frente a una acción de políticas públicas frágil, y como no decirlo, de absoluto fracaso. Nuestra solidaridad al pueblo del Delta Amacuro, quien en esta hora aciaga sufre en su fuero interior las consecuencias de este clima de inseguridad en todo el país, y nuestra solidaridad a la familia del Dr. Simplicio Hernández y rogamos su pronto retorno a casa.